Nacido en uno de los barrios más pobres de la capital carioca, casa pequeña y padres separados desde los 11 años, Ronaldo sufrió una infancia muy dura. Su madre, Sonia, se encargó de mantener a la familia y así pagar los estudios de sus hijos.
A los 12 años, la escuela sería historia en la vida de Ronaldo, ya que empezaría a jugar al fútbol 5 para el Valqueire Tenis Clube. Ya en cancha de once, tendría una corta experiencia por el club más popular de Bento Ribeiro, el Social Ramos Club, pero ese pequeño equipo no estaba a la altura de sus sueños, lo cual no tardaría en llegar. Otra experiencia lo llevaría al garoto flaco y lungo a jugar al modesto Sao Cristovao. La operación costaría 7.500 dólares.
El gran momento llegaría. Dos empresarios comprarían su pase para luego ser colocado en otro equipo. Ronaldo, hincha del Flamengo desde chico, se moría por ir a ese club, uno de los más populares de su país. Algunos dicen que no jugó allí porque los dirigentes se negaron a comprarle un par de zapatillas que él quería y otros dicen que no quisieron pagarle el boleto de autobús que lo llevaría y lo traería a cada entrenamiento. Al final, el único club interesado en contratarlo fue el Cruzeiro de Belo Horizonte, donde iniciaría su carrera al éxito. A pesar de todos los problemas, 58 goles en 60 partidos llevaron a la joven promesa a debutar en la selección juvenil, jugar la Copa Libertadores y... el mundial de los Estados Unidos. A los 17 años ya había integrado la selección mayor, nada más y nada menos que la campeona del mundo. No jugó ni un segundo, algo que lo dejó muy triste. Pero pronto tendría su revancha.
Como no podía ser mejor pasó a un equipo de Europa, recomendado por Romario, quien no dudó en hacerlo a la hora de buscar un reemplazante para el puesto que él mismo iba a dejar vacante en el PSV Eindhoven de Holanda. El salto a la fama había llegado. Convertiría 55 goles en 56 encuentros. Los mejores equipos de Europa y del mundo se peleaban por él, entre los que se encontraban el Barcelona de España y el Inter de Milán italiano. El primero ganaría la pulseada, lo que significaba tocar el cielo con las manos para Ronaldo. Con el equipo catalán llegaría al tope del éxito en su corta carrera. El equipo no sería campeón, pero Ronaldo, en esa temporada, haría 34 goles, lo que lo convertiría en el "Pichichi", goleador de la liga. A esa altura ya era el rey del fútbol, elegido por la FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) el mejor jugador del mundo dos años seguidos. Una temporada tardaría el equipo italiano para llevárselo, ahora sí, para la liga más importante del mundo, pagando una cifra récord cercana a los 40 millones de dólares. Ya lleva dos temporadas allí con 39 goles sin contar los goles de Copa Italia, Copa UEFA y Copa de Campeónes.
Los mundiales son capítulos aparte en su carrera. En USA ’94 no jugó ni un instante y en el último, Francia ’98, perdió la final con el local y no fue un buen campeonato para él. A eso se le agrega que jugó lesionado.
Nació en la pobreza y a fuerza de ganas y voluntad logró crecer feliz junto a lo que más ama, el fútbol. Como él dice "el fútbol me salvó de las drogas y de la delincuencia".
Hoy es considerado el mejor jugador del planeta. Afortunado en la vida, en el fútbol y en el amor, a Ronaldinho... el mundo le pertenece.